El proyecto innovador del bus que anda con excremento humano demuestra que nuestros desechos pueden ser la clave para una revolución energética.
El paisaje urbano está cambiando, y con él, los vehículos que lo transitan. La búsqueda de alternativas a los combustibles fósiles lleva a la industria automotriz a explorar caminos inusuales, siendo algunos casos impensados tiempo atrás, tales como un bus que anda con excremento humano.
Uno de los más fascinantes se encuentra en la ciudad de Barcelona, España, donde un autobús circula desde hace cinco años utilizando un combustible que todos producimos: nuestros propios excrementos. Este no es un simple experimento, sino un proyecto denominado Nimbus que ya está en funcionamiento y que ofrece una visión tangible del futuro de la movilidad sostenible.
¿Cómo funciona el bus que anda con excremento humano y qué ventajas ofrece?
El bus que anda con excremento humano, recorre unos 14.000 km al año y que opera en las calles de la capital catalana está propulsado por biometano. Este gas no se extrae de pozos o yacimientos, sino que se genera en la Estación de Tratamiento de Aguas Residuales (EDAR) de Gavà-Viladecans, una de las mayores de Europa.
El proceso es un ejemplo de economía circular en su máxima expresión. Los lodos (los excrementos diluidos) que resultan del tratamiento de las aguas residuales de la ciudad son digeridos en un biorreactor. Es en este proceso anaerobio donde los microorganismos descomponen la materia orgánica, liberando el valioso biogás.
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Siendo una mezcla de metano y dióxido de carbono, el biogás se somete a un proceso de purificación conocido como “upgrading”. En esta fase, se separa el CO2 y se refina el metano hasta alcanzar una pureza superior al 95%. El resultado es el biometano, un combustible con propiedades energéticas casi idénticas a las del gas natural comprimido (GNC), lo que lo hace compatible con los motores de gas de los buses convencionales, ya que utiliza el mismo depósito y sistema de inyección al motor de combustión.
Las ventajas de esta tecnología van mucho más allá de la simple reutilización de residuos. El biometano es una alternativa significativamente más limpia que el diésel, el combustible predominante en el transporte público, por lo que este bus que anda con excremento humano llega como una solución más al transporte sustentable.
Su combustión produce menos emisiones de dióxido de carbono y, lo que es más importante para la calidad del aire en las ciudades, reduce drásticamente las emisiones de óxidos de nitrógeno (NOx) y partículas en suspensión. Se estima que el biometano puede reducir las emisiones de CO2 en un 80% en comparación con el diésel, así como el nivel sonoro es considerablemente inferior.
El éxito de este proyecto en Barcelona no es casualidad. Es el resultado de una colaboración estratégica entre el Área Metropolitana de Barcelona (AMB), TMB (Transports Metropolitans de Barcelona), y Agbar (empresa de gestión de aguas).
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Esta sinergia permitió la creación de una infraestructura completa, desde la producción del biometano hasta la adaptación del bus para su uso y la estación de carga. La iniciativa demuestra que la inversión en tecnología limpia y la cooperación entre entidades públicas y privadas son cruciales para avanzar hacia un futuro más verde.
Además del beneficio ambiental, la utilización de biometano ofrece una ventaja económica a largo plazo. Al no depender de los combustibles fósiles, los costos de operación se vuelven más estables y menos vulnerables a las fluctuaciones del mercado global. Esto no solo beneficia a las empresas de transporte, sino que también contribuye a la seguridad energética de cada país.
Los expertos en transporte y sustentabilidad señalan que el caso de Barcelona es un faro de esperanza para otras ciudades que buscan descarbonizar su transporte público. La tecnología está probada, es escalable y se puede aplicar en cualquier lugar donde exista una infraestructura de tratamiento de aguas residuales.